miércoles, 30 de enero de 2019

Venezuela: alguien tiene que salir (ELABORADO POR: KREAB: ASUNTOS PÚBLICOS)

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Con la jornada electoral del 20 de mayo de 2018, Nicolás Maduro reclamó un segundo mandato presidencial. Sin embargo, buena parte de los gobiernos democráticos consideraron que está elección estuvo gravemente viciada y no reconocieron su legitimidad.
Este es el punto central sobre el que está construida la estrategia diplomática de la oposición venezolana para presionar la salida del poder de Maduro y buscar una transición a la democracia.
En Venezuela, las últimas elecciones reconocidas justas y libres fueron las legislativas de 2015, que resultó en una Asamblea de mayoría opositora al régimen de Maduro. 


Pero aún cuando el gobierno de Maduro desconectó este órgano del poder político y creó otra de mayoría chavista, esta Asamblea Nacional es el último bastión democrático en Venezuela con un poderes reconocidos, en el plano legal, por la Constitución Política.

Este es segundo punto que fundamenta la estrategia de la oposición venezolana para reclamar la presidencia de este país.
Si la reelección de Nicolás Maduro fue ilegítima, la conclusión legal lógica es que el cargo de la Presidencia de la República está vacante a partir del 10 de enero de 2018, fecha en que terminó el primer mandado de Maduro. 

El argumento legal que soporta la estrategia diplomática de la oposición venezolana provocó que los países se organizaran en tres grupos: los que tienen algo que perder, los que tienen algo que ganar y los que tienen poco que perder y ganar.

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De acuerdo con el artículo 233 de la Constitución de Venezuela, si la presidencia está vacante, el presidente de la Asamblea Nacional se convierte en el presidente interino y debe convocar a nuevas elecciones.
Este fue el argumento legal que presentó la oposición a Washington y que éste aceptó para reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. 

INTERESES GEOPOLÍTICOS DIVIDEN LAS AGUAS EN 3
Washington no soló aceptó este razonamiento legal, sino que, además, lo adoptó para buscar que otros gobiernos también desconozcan el segundo mandato de Nicolás Maduro y, en cambio, reconozcan la presidencia legal de Juan Guaidó, elegido presidente de Asamblea Nacional Venezolana el 5 de enero.
El resultado, hasta el momento, es un mundo divido en tres grupos: los que tienen algo que ganar, los que tienen algo que perder y los que tienen poco que ganar y perder.

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El primero grupo (los que tienen algo que ganar): 
Lo componen los países que ya reconocieron la presidencia interina de Guaidó.
El grupo lo encabezada Estados Unidos, con el respaldo de la mayoría de los países del continente americano, entre los que están Colombia, Brasil y Argentina.

El segundo (los que tienen algo que perder) 
Lo integran los países que reconocieron el segundo mandato de Nicolás Maduro: Acá Rusia, China, Irak, Cuba y Turquía. Sobre este grupo hay que afirmar que su compromiso con Maduro no se sostiene por las afinidades políticas, sino en los intereses económicos. Por lo tanto, estos respaldos de Maduro son frágiles.

El tercer Grupo:
Los países que apelan por una solución negociada a la crisis venezolana. Acá están los países del bloque europeo, África y el grueso de las naciones asiáticas, excluyendo a Rusia y China.

ES LA AGENDA ECONÓMICA, NO LA POLÍTICA
Lo que busca la estrategia diplomática de la oposición venezolana es que las naciones adopten medidas para aislar política y económicamente al régimen de Nicolás Maduro. De esta manera, presionar a los poderes reales (es decir, a los militares) hacia una transición a la democracia.

Pero para ser exitosos, la estrategia debe ser capaz de afectar los intereses económicos que sostienen el régimen de Nicolás Maduro.

Los militares, el principal bastión del régimen de Maduro:
El respaldo de la cúpula militar hacia Maduro se fundamenta en dos tipos interés. El primero es económico, puesto que los militares controlan el sector minero y petrolero, el cual se sostiene de las acuerdos comerciales con Rusia, China y Turquía.
El segundo interés es supervivencia. El cuerpo militar, y en especial la cúpula, está señalado de cometer múltiples crímenes que incluyen tráfico de droga. De allí su preocupación por terminar tras las rejas bajo una transición a la democracia.
Este temor es el que explica la insistencia del presidente interino Guaidó de amnistiar a los militares que “colaboren en la restitución del orden constitucional en Venezuela”

Rusia y China, las dos potencias extracontinentales:
Desde la época de Hugo Chávez estas dos potencias han desarrollado múltiples negocios en Venezuela, principalmente el sector petrolero, que controla los militares.
Rusia ha realizado multimillonarias inversiones en la industria petrolera de Venezuela, junto a préstamos y líneas de crédito. Sus inversiones ascienden a US$ 17 mil millones. Esta razón económica explica el reconocimiento de Rusia al segundo mandato de Maduro. Sin embargo, la caída de la producción petrolera de Venezuela y el riesgo de que incumpla con su deuda fue el punto de discusión del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa la semana pasada. 

China ha prestado más de US$ 50 mil millones a Venezuela, entre créditos y préstamos. La deuda con los chinos asciende los US$ 20 mil millones.
Lo que soporta el respaldo de ambas potencias frente al régimen de Maduro, es su preocupación ante un posible cambio de régimen que desconozca los acuerdos firmados y los lleve a perder cuantiosas inversiones y un socio clave en la región.

Estados Unidos y el Grupo de Lima:
Mientras a China y Rusia los une la idea de perder algo con el cambio de régimen, los países del Grupo de Lima y Estados Unidos los une la idea de ganar algo con la caída del régimen de Maduro.

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Para los Estados Unidos:
Las reservas de petróleo de Venezuela son un asunto de seguridad nacional, puesto que comprar y transportar petróleo desde el Caribe es más económico que trasladarlo desde Oriente Medio. Entonces, un cambio de gobierno, sin Maduro abordo, no solo redunda en seguridad energética, sino
en la posibilidad de recuperar un socio estratégico en la región.
Además, les abre la oportunidad de rescatar la totalidad, o al menos una parte, de la deuda en bonos que tiene Venezuela con los fondos de inversión que operan en Wall Street.
Colombia y Brasil también ganarían con una eventual apertura de inversiones, a través de sus respectivas estatales petroleras, Ecopetrol en Colombia y Petrobras en Brasil. Colombia podría  recomponer el comercio bilateral, que es un tejido natural entre las dos nacional, y hacerse a un triunfo político para combatir a la guerrilla de ELN y fortalecer su alianza con la Casa Blanca.
Paraguay, también, se libraría de la demanda por 500 millones de dólares que interpuso Venezuela ante un tribunal internacional, si Maduro es derrocado.


¿Y SI NO FUNCIONA LA ESTRATEGIA DE LA OPOSICIÓN?
Para mantenerse en el poder, el régimen de Maduro está obligado a salvaguardar con ferocidad y con violencia de ser necesario la agenda de interés de sus aliados nacionales e internacionales.
Y aunque la situación de Venezuela está en desarrollo, hasta ahora este objetivo se ha logrado. Ningún militar de la cúpula ha anunciado su apoyo a la presidencia interina de Guaidó; tampoco se ha
modificado el respaldo de China y Rusia.

Entonces, si el régimen de Maduro mantiene el apoyo de las Fuerzas Militares y de sus aliados extracontinentales, el siguiente paso lógico es derrotar, arrestar, perseguir y expulsar del territorio nacional a quienes lo desafiaron.

Este escenario plantea varias situaciones riesgosas.

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Ante una represión de Maduro a la oposición, los aliados del presidente interino Guaidó quedan expuestos a respaldar dos opciones. La primera es respaldar unas sanciones económicas y políticas severas que el Régimen de Maduro no pueda sortear.
Pero si esto no resulta y Maduro logra sortar tales sanciones económicas, entonces, los aliados se quedan sin mayores herramientas diplomáticas para presionar un cambio de régimen.
El único camino posible para no quedar expuestos ante la comunidad internacional como incompetentes, es asumir las consecuencias que implica respaldar una intervención militar.
Esta última opción parecer ser la más lejana para Estados Unidos, debido a las reacción que provocaría en Rusia y China una intervención militar que afecte sus intereses económicos con uno de
sus aliados. 

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