jueves, 25 de diciembre de 2025

Feedback oportuno, equipos más fuertes: disciplina, métricas y desarrollo

La retroalimentación (feedback) del líder al colaborador constituye una instancia de alto impacto en la gestión del desempeño. Son conversaciones estructuradas que funcionan como hitos de control, donde se evalúa el progreso respecto de las metas acordadas y se clarifica cómo el desempeño individual incide en los resultados del equipo. Cuando se realiza de manera oportuna, el feedback se convierte en un mecanismo de gestión esencial: permite detectar brechas, reforzar conductas efectivas y activar acciones correctivas o de desarrollo para asegurar el cumplimiento de objetivos, tanto cuantitativos (indicadores, entregables, productividad) como cualitativos (comportamientos, colaboración, liderazgo, adherencia cultural). En función de los hallazgos, se puede continuar con el plan original o rediseñar uno nuevo con criterios más realistas y medibles.


Esto es lo que plantea la teoría y, en efecto, muchas organizaciones formalizan procesos de seguimiento y capacitan a sus líderes en metodologías de gestión del desempeño. Sin embargo, la brecha aparece en la práctica: ¿cuándo lo hacemos?, ¿cómo lo hacemos?, ¿con qué propósito lo hacemos realmente? Con frecuencia, el feedback se percibe como algo que “quita tiempo”, cuando en realidad debería entenderse como una inversión de tiempo con retornos significativos en productividad, compromiso, calidad y retención.


A continuación, comparto algunas reflexiones basadas en experiencia que pueden ayudar a dimensionar lo que una organización y sus líderes dejan de capitalizar cuando no gestionan el feedback como una inversión de alta rentabilidad, cuyo “apetito de riesgo” está directamente relacionado con el tiempo y la disciplina que se le asigna.



¿Cuándo dar feedback?

  1. Debe ser un hito formal previo al cierre del ciclo anual
    El feedback no debería concentrarse únicamente al final del año o en evaluaciones de cierre. Su mayor valor está en anticipar desviaciones y corregirlas a tiempo. Por ello, requiere un espacio formal dentro del ciclo de desempeño.

  2. Formalidad implica agenda, planificación y cumplimiento
    Para que sea formal debe estar programado, contar con un objetivo claro y ser respetado como compromiso de gestión. No debería improvisarse en el pasillo, ni “aprovechar” otra reunión operativa. La retroalimentación exige un contexto de atención plena, confidencialidad y foco.
  3. Tiempo mínimo recomendado
    Como referencia, conviene asignar al menos 60 minutos, previamente acordados. Esto permite revisar avances, evidencias, obstáculos, acuerdos y próximos pasos sin caer en conversaciones superficiales.

  4. Periodicidad según el ciclo de vida del colaborador en el puesto
    La frecuencia debe ajustarse al nivel de madurez del colaborador:

  • Ingreso o curva de aprendizaje: mayor frecuencia (por ejemplo, mensual o quincenal si el rol lo exige).

  • Desempeño estable y alta autonomía: frecuencia menor (trimestral o semestral), sin dejar de realizar chequeos breves intermedios.

  1. También depende del potencial y del plan de desarrollo
    El feedback no es únicamente para “llegar a la meta”. Es, además, una herramienta para desarrollar capacidades, sostener la motivación y construir proyección. Cuanto mayor sea el potencial y el interés de crecimiento del colaborador, más valioso es mantener conversaciones de retroalimentación intencionales y periódicas.

  2. Enfoque de inversión: sembrar para cosechar
    Los resultados sostenibles no se improvisan. La retroalimentación, bien gestionada, reduce errores repetitivos, acelera aprendizaje, mejora coordinación y fortalece el compromiso. Por eso, mirarla como inversión es clave: si se siembra con disciplina, se cosecha en desempeño, clima y resultados.

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