jueves, 25 de diciembre de 2025

Cómo implementar un programa de inteligencia emocional que sí funcione

“Aquel que conquista a otros es fuerte;

aquel que se conquista a sí mismo es poderoso”.
Lao-Tse

Seguramente alguna vez se ha preguntado qué puede hacerse para desarrollar la inteligencia emocional en su empresa: ¿basta con difundir conceptos?, ¿qué debe incluir un programa para que realmente funcione?

Este artículo propone una herramienta que suele marcar la diferencia en cualquier iniciativa de desarrollo de inteligencia emocional: talleres vivenciales de inteligencia emocional apoyados en Programación Neurolingüística (PNL).



A estas alturas, probablemente ya conoce la teoría y también sus beneficios, tanto personales como profesionales. Cuando la inteligencia emocional se fortalece:

  • mejora la comunicación;

  • aumenta la motivación;

  • se fortalece el clima laboral;

  • las relaciones interpersonales se vuelven más sanas y efectivas;

  • las personas se involucran más, ganan autonomía y asumen mayor responsabilidad;

  • se potencia el liderazgo (especialmente el carismático);

  • crece la eficacia y la eficiencia de individuos y equipos;

  • los procesos de cambio y mejora continua se aceleran;

  • se elevan la calidad del servicio y las relaciones con clientes y públicos de la organización.



Ahora bien, una pregunta honesta es inevitable: si ha intentado aplicar lo que dicen los libros, ¿qué resultados ha obtenido?

Como ocurre en muchos ámbitos, entender la teoría es relativamente sencillo. Lo complejo es convertirla en hábitos, sostenerla en el tiempo y verla reflejada en conductas concretas. A menudo, incluso con buena intención, las personas se sienten perdidas al iniciar o se frustran al no percibir avances claros.

La clave del éxito en el desarrollo de la inteligencia emocional dentro de una organización está en el desarrollo personal real de quienes la conforman. Esto exige procesos a ritmo humano: introspección, toma de conciencia, autoconocimiento y una voluntad genuina de cambio y mejora continua.

Porque para desarrollar inteligencia emocional en la empresa, todos deben desarrollarla en sí mismos, especialmente quienes lideran. Por eso, si se quiere gestionar este desarrollo de manera seria, es indispensable:

  • facilitar un clima de confianza y apertura;

  • elevar el nivel de conciencia y autoconocimiento de cada colaborador;

  • incrementar la motivación, conectando objetivos personales con metas organizacionales.



En cualquier caso, la metodología que se utilice debe ajustarse a las necesidades de la organización: trabajar valores y cultura compartidos, sin perder de vista los intereses y el punto de partida de cada participante, de forma individual y personalizada.

Cuando esto se hace bien, el resultado es un cambio de hábitos y conductas consistente: la organización mejora, y la persona también. Ambos lados perciben beneficios concretos y sostenibles.

Y aquí aparece una verdad esencial: las emociones son el motor de la acción. Si no se emplean métodos que conecten con el interior de las personas, difícilmente se producen cambios profundos. Por eso, un programa bien estructurado que busque transformar actitudes y generar energía para el cambio debería incorporar talleres vivenciales de inteligencia emocional y PNL, orientados a pasar de “saber” a “hacer”.



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